lunes, 30 de mayo de 2011

Sorteo "Erase una vez...el Western"


El proximo domingo 5 junio sortearemos en el 800 SW una copia en DvD del corto "Erase una vez el western".
¿Como participar?:
Muy facíl:
-Dejar un mensaje en esta entrada de que quieres participar en el sorteo con tu nombre o apodo.
-Mandar un email con tu nombre completo, dirección e indicando el nombre o apodo que has usado para dejar el mensaj a mi dirección de contacto que aparece en mi perfil  (Julio Alberto).

Y ya está.
Entre todos los que se apunten sortearemos el DvD.
El ganador recibirá de forma totalmente gratuita, y con los gastos pagados, una copia de este fenomenal corto.
Además, como Bonus, el primero que se apunte en el sorteo, recibirá un DvD por ser el primero, sin sorteo.
(Eso si, no podrá ganar el 2º  DvD).

Suerte a todos.

jueves, 26 de mayo de 2011

DINAMITA JIM


Dinamita Jim
1966
España-Italia
Director: Alfonso Balcázar
Reparto: Luis Dávila, Fernando Sancho, Rosalba Neri, Aldo Sambrell, Maria Pia Conte, Manuel Muniz, Marcello Selbie, Osvaldo Genazzani, Miguel de la Riva, Carlos Miguel Solá, Adalberto Rossetti, Jack Rocha, Victor Israel, José María Caffarel, Oscar Carreras, José Castillo Escalona, Joaquín Diaz, Gaspar 'Indio' González, Amparo L. Rubio, Giovanni Ivan Scratuglia, Charito Vallés 
Guión: Alfonso Balcázar, José Antonio de la Loma, Mario Pasca, Alberto Liberati 
Fotografía: Victor Monreal
Música: Nico Fidenco


Típica coproducción italo-española de la productora de los hermanos Balcázar de 1966, uno de los años más prolíficos de esta compañía ya que durante el mismo se estrenaron catorce películas de su factoría, la mitad de ellas spaghettis. En esta ocasión contaron con la participación de la italiana Lux Film, que también coprodujo al año siguiente “Clint el Solitario” (ya comentada en este blog), con el objeto de beneficiarse de la nueva política de subvenciones del gobierno que primaba la participación de capital extranjero en los largometrajes.

Durante la Guerra de Secesión, un jugador llamado Jim Farrell al ser confundido con un agente del ejército nordista se verá involucrado en una peligrosa misión consistente en transportar 500.000 dólares en oro por más de 500 millas de territorio sudista (desde Los Álamos hasta territorio kiowa). Su situación se agravará al ser perseguido el cargamento no sólo por el ejército del sur sino también por ser codiciado por un bandido mejicano, Pablo Reyes, y por un pistolero llamado Slate contratado por el avaricioso banquero inicialmente implicado en la operación.


Película que cuenta con un tono paródico (ya los títulos de crédito con unos dibujos un tanto naif y un tema cantado propio de una comedia desarrollista de los años sesenta no presagian nada bueno) y en la que abundan, sobre todo al principio, escenas cómicas, tanto típicas de las denominadas comedias de enredo, a las que les falta algo de chispa, como ocurre en la presentación del héroe al que vemos a la vez con dos damas cada una esperándole en distinta habitación mientras vienen a pedirle explicaciones sus indignados maridos, como del cine cómico al perseguir nuestro héroe en paños menores a un mejicano mientras suenan, igual que ocurría en las proyecciones mudas, las notas de un piano. Incluso hay una pelea bufa en una sauna que se podría considerar un claro antecedente del tipo de spaghetti que se impondría en la década siguiente con el éxito de “Le llamaban Trinidad”.


A pesar de que dichas escenas no terminan de funcionar, básicamente por la escasa pericia del director para la comedia, para mí lo peor es que, tras un comienzo prometedor en el que se plantea rápidamente la trama y nos hacen creer que vamos a ver una película de itinerario con el héroe sorteando mil peligros mientras trasporta el oro, el largometraje se estanca en el pueblo de Los Álamos con escenas absurdas (la representación de los mejicanos como si fueran un circo ambulante) o de relleno que no aportan nada a la trama e impiden un desarrollo mínimo de la historia, con lo que el film se me hizo muy pesado pese a su corta duración (no llega a los noventa minutos). Y a esto hay que añadir una parte final en la que, como si tuvieran mucha prisa por terminar, todo se precipita con un doble enfrentamiento: un tiroteo torpemente rodado entre los soldados sudistas y los pistoleros comandados por Slate y una pelea encima del carro que transporta el oro entre Jim, al que todavía no sé por qué le apodan Dinamita ya que no muestra ningún interés por ella, y Sebastián.


La banda sonora fue compuesta por Nico Fidenco y cuenta, como señale en un párrafo anterior, con un tema principal de corte cómico cantado por I Cantores Moderni que me pareció grotesco, mientras que el resto de temas, incluido el también reseñado del piano, son muy flojos.


Como aspectos positivos señalaría el trabajo como director de fotografía de Víctor Monreal que sabe sacar partido a los escasos exteriores rodados, como era habitual en los largometrajes de esta productora, en Fraga (Huesca); así como una serie de ideas que serían desarrolladas más tarde en otros westerns, como la atípica presencia de un circo en el Far-West (idea retomada por Giuseppe Colizzi para “La colina de las botas”, tercera parte de las andanzas de Cat Stevens y Hutch Bessy que cuenta con su correspondiente reseña en este blog) o el hecho de que el oro se transporte en un ataúd (tema desarrollado al año siguiente por Sergio Corbucci en la estupenda “Los despiadados”, película también comentada).


Por lo que respecta a los actores, a Luis Dávila, quizás por sus antecedentes como galán en el cine argentino, se le ve bastante cómodo en el papel de Dinamita Jim un elegante, educado y mujeriego jugador de póker, personaje en la línea de los héroes de las películas de espías tan en boga en ese momento gracias a la serie de James Bond. Rosalba Neri, que siempre supone una gratificante presencia, da vida a Margarita, el contacto nordista de Jim en Los Álamos. Fernando Sancho vuelve a interpretar con su convicción habitual a un bandolero mejicano caracterizado por su incontinencia verbal. En el rol de Lupita, su novia mejicana, nos encontramos con María Pía Conte a pesar de que físicamente no da el tipo. Y Aldo Sambrell presta su siniestro semblante al pistolero Slate. En papeles secundarios pude reconocer a Manuel Muñiz “Pajarito” y a Víctor Israel, de nuevo como recepcionista del hotel del pueblo. Todos ellos me hicieron un poco más llevadera la película.


Tengo el DVD comercializado por Creative World Promotions con un sonido pasable y una imagen excesivamente oscura por lo que las escenas nocturnas se ven con dificultad; además, no sé si será sólo en mi copia, parte de los títulos de crédito están cortados. En cuanto a los extras, sólo cuenta con la ficha artística y una galería de imágenes que se ven mientras suena el, para mí, insufrible tema principal.


En definitiva un spaghetti intranscendente y olvidable, de esos que se hacían en serie para relleno de los programas dobles, y que sólo recomiendo para aquellos a los que les guste mucho el western paródico.


PUNTUACIÓN:

HISTORIA: 3.
AMBIENTACIÓN: 4
DIRECCIÓN: 2
ACTORES: 5
MÚSICA: 1

MEDIA: 3

martes, 24 de mayo de 2011

Erase una vez...el Western


Erase una vez...el western.
2010
España
Director:  Fernando Montano Galvañ
Reparto:   Pedro Garcia Oliva, Sonia Ayala, David M. Antón
Guión: Fenando Montano Galvañ
Fotografía: Maxi Velloso
Música: Judas Sanz

Dos pistoleros se encuentran, dispuestos ambos a hacerle frente a su destino...

Es difícil, en los tiempos que corren, que alguien ruede un western. Si encima la idea es rodarlo en formato cortometraje, el reto es aún mayor. O puede que no, quien sabe...



Fernando Montano Galvañ, guionista y director, es el máximo responsable de "Erase una vez...el western".

Por supuesto, nada podría hacer sin un equipo detrás, y a todos ellos no puedo nada más que felicitarles por el resultado final.

A lo largo de poco más de 10 minutos, asistimos a un bello y sentido homenaje al spaghetti, western en definitiva.

Esta es la historia de los dos últimos grandes pistoleros de una época ya pasada y acabada, dispuestos a enfrentarse al incierto futuro como mejor saben, que no es de otra forma que disparando.

De fondo, la sierra de Alicante, pero que puede pasar perfectamente por la mítica Almeria.
Y de única espectadora, una mujer que intenta evitar lo inevitable.
Cada plano recuerda a un cine que ya hace mucho que no vemos por las pantallas grandes.
Y cada acorde, a cierto maestro capaz de detener la imagen. 
Si, realmente estamos viendo momentos de otros tiempos, homenajes a personajes de polvorientos spaghettis, obras maestras, le pese a quien le pese.

"Erase una vez...el western" encierra solo eso, western, alguna sorpresa, y sobre todo, amor y respecto a nuestro cine. 

lunes, 23 de mayo de 2011

AVENTURAS DEL OESTE


Aventuras del oeste 
1965
España-Italia-Alemania
Director: Joaquín Luis Romero Marchent
Reparto: Rik Van Nutter, Adrian Hoven, Kurt Großkurth, Helga Sommerfeld, Raf Baldassarre, Chris Huerta, Lorenzo Robledo, Francisco Sanz, Gloria Milland, Alexander Kasan, Alfonso Rojas, Ricardo Rodríguez, Mariano Vidal Molina, Maria Leiva, Maria Esther Vazquez, Pedro Rodriguez de Quevedo, Ricardo Lilló, Antonia García, Robert Johnson Jr, Carlos Romero Marchent, Helga Liné, Antonio Molino Rojo, Juan Cortés, Manuel de Blas, Álvaro de Luna, Milagros Guijarro, Rufino Inglés, Mario Morales, Santiago Rivero, Maribel Sáez 
Guión: Joaquin Romero Marchent, Pino Passalaqua, Werner Ebert 
Fotografía: Rafael Pacheco
Música: Angelo Francesco Lavagnino, Fred Strittmatter


Coproducción italo-alemana-española de 1965 dirigida por Joaquín Luis Romero Marchent con posterioridad a, para mí, sus dos mejores westerns: “El sabor de la venganza” (1963) y “Antes llega la muerte” (1964). Como en éstos, no sólo se encargó de la dirección, sino, en un intento de control de sus películas, también del guión y de la producción a través de su productora Centauro Films, pero a diferencia de éstas nos encontramos, como su título indica, con una película de aventuras mucho más ligera, con total ausencia de las connotaciones éticas y morales propias de sus dos westerns anteriores y en la que los personajes principales carecen de la profundidad y complejidad de los de los dos filmes citados. Para ello, se vale de una figura legendaria, Buffalo Bill cuya vida ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones (recordemos como ejemplos “Buffalo Bill” (1936) de Cecil B. de Mille aunque el protagonista era su amigo Wild interpretado por Gary Cooper, “Aventuras de Buffalo Bill” dirigida en 1944 por William Wellman con Joel McCrea, “El triunfo de Buffalo Bill” de 1953 en la que le dio vida Charlton Heston o la satírica “Buffallo Bill y los indios” dirigida en 1976 por Robert Altman e interpretada por Paul Newman; incluso en este mismo año, 1965, aparecerá bajo el rostro de Gordon Scott en otro euro western, “El héroe del Oeste”). Situándolo, en esta ocasión, en la revuelta de los sioux de mediados de los setenta cuyo episodio más conocido quizás sea la batalla de Little Bighorn en la que pereció el general Custer con su Séptimo de Caballería en 1876 (de hecho el pueblo en el que se desarrolla el combate final en la película tiene el nombre del famoso general).




SINOPSIS: Buffalo Bill, tras haber participado en el Pony Express cuando era niño y ya convertido en un famoso explorador y guía de caravanas, intentará junto a sus amigos Wild Bill Hickok, Calamity Jane y Frank (un blanco criado por los indios pawnee) acabar con la revuelta de los sioux, originada por el descubrimiento de yacimientos de oro en las Montañas Negras y la consecuente invasión por parte de los mineros blancos de esta tierra sagrada para los pieles rojas.


El largometraje cuenta, pues, con dos partes diferenciadas:


Un largo prólogo en el que vemos a un Bill Cody niño, que sirve para presentarnos al personaje como un crio inquieto y con espíritu aventurero. Época en la que conocerá a su amigo Frank y a Wild Bill Hickok, un caballista del recientemente creado Pony Express cuya admiración le llevará a sustituirle en este servicio de correo rápido al haber caído herido en una emboscada.


La parte central, y más larga, en la que ya adulto y famoso, tras su etapa como cazador de búfalos para el ferrocarril por la que obtuvo su apodo, se verá envuelto como explorador en el levantamiento protagonizado por los sioux comandados por Nube Roja. Esta parte está compuesta, a su vez, por dos tramas principales (las actividades de nuestros héroes para acabar con las guerras indias y el asentamiento de los colonos en el nuevo territorio) que, para mí, no terminan de quedar bien ensambladas, por lo que el conjunto queda un poco deslavazado


Desde los títulos de crédito, con unas pinturas que me recordaron a las de “La conquista del Oeste” mientras suena el tema principal, se aprecia la vocación por parte de los creadores de hacer un western en la línea de los norteamericanos, a lo que sin duda contribuye la habitual y estupenda labor tras la cámara de Romero Marchent caracterizada por los abundantes planos largos, los bellos encuadres y los elegantes, pero casi imperceptibles, por la naturalidad de los mismos, movimientos de cámara.


No obstante a diferencia de sus logrados westerns anteriores nos encontramos con un guión, basado en el libro “Buffalo Bill y su época” de Ángel de Zavala, que con independencia de sus imprecisiones históricas, hecho que tampoco es decisivo en este tipo de largometrajes, como la muerte de Hickok (en realidad fue asesinado por la espalda mientras jugaba al póker y llevaba la, llamada desde entonces, mano de la muerte: dobles parejas de ases y ochos), es bastante errático, no parece seguir una línea argumental clara y en el que se van sucediendo los distintos acontecimientos de forma un tanto precipitada, y a esta sensación contribuye también en parte la labor, para mí, un tanto descuidada en alguna ocasión del director madrileño a la hora de articular las distintas escenas, articulación caracterizada por las bruscas transiciones de éstas a lo largo del film; así por ejemplo, vemos a Buffalo Bill sumergido en un río para intentar reunirse con Hickok sitiado junto a una patrulla por los indios y en la siguiente contemplamos a los dos amigos, tras lo que parece un nuevo ataque indio, charlar animadamente sin que sepamos cómo lo consiguió Buffalo Bill ya que había pieles rojas vigilando. Además el guión cuenta con alguna que otra escena de relleno, como la larga pelea de Hickok con un minero en el saloon de Custer que rompe el ritmo de la película y no aporta nada a la trama


Como aspectos positivos señalaría los medios con los que se contaron, ya que se trata de una producción, en la que también participaron la tantas veces nombrada en otros comentarios Produzioni Europee Associatti de Gastaldi (habitual productor de los westerns del hermano mayor de los Marchent) y la poderosa Constantin Film Produktion alemana (coproductora, entre otras, de la trilogía del dólar), muy superiores a los habituales en este subgénero y equiparables a cualquier western estadounidense de tipo medio, lo que se tradujo en un rodaje en el que predominan los exteriores y las numerosas localizaciones, aparecen un gran número de extras y se puede disfrutar de creíbles, variadas y muy bien rodadas escenas de batalla, sobre todo la que tiene lugar en el recién construido pueblo de los colonos.



También me ha gustado mucho la variada banda sonora compuesta para esta ocasión por Angelo Francesco Lavagnino, claramente deudora de los westerns clásicos tanto en el gran tema principal como en el resto de composiciones de carácter épico y lírico que se escuchan a lo largo del film.


En cuanto a los actores cabe señalar que deben enfrentarse a otra de las limitaciones del film, unos personajes de escasa profundidad psicológica y cuya construcción viene determinada por la visión que de los mismos ya nos había ofrecido el cine estadounidense. Así nos encontramos con un Buffalo Bill, todo rectitud y nobleza en la línea de los héroes clásicos, que aunque combate a los indios no los odia, parece comprender alguna de sus reivindicaciones y rechaza el aforismo consistente en que “el único indio bueno es el indio muerto” como sentencia algún personaje, incluso llega a comentar “les comprendo perfectamente y tengo amigos entre ellos”. Así la película adopta una postura similar al cine norteamericano de esa época en el que se aprecia cierta crítica a la actitud del hombre blanco respecto al indio aunque ésta se limite a determinados individuos (los mineros que se asientan en territorio indio y, sobre todo, los desalmados contrabandistas que les venden armas). Para darle vida se escogió, a un acartonado Clyde Rogers, en realidad Rick Van Nutter, un actor norteamericano con escasa filmografía (recordemos su participación en la bondiana “Operación trueno”, quizás su película más destacada). Como Wild Bill Hickok, figura que sirve de contrapunto a Buffalo Bill, ya que aparece como un personaje un tanto impulsivo, desenfadado, dicharachero, enamoradizo y tendente a la bebida pero al mismo tiempo capaz de sacrificarse por devolver la paz al territorio, nos encontramos con un correcto Adrian Hoven, actor austriaco que empezó haciendo papeles de galán para en los años sesenta participar en varias películas de Jesús Franco, entre ellas su famosa “Necromicron”, y en los setenta convertirse en una presencia casi fija en los largometrajes de Fassbinder. El terceto de personajes míticos se completa con la italiana Gloria Milland (en su tercera colaboración con J. L. Romero Marchent) a la que vi un poquillo forzada como Calamity Jane, la brusca, poco femenina y eterna enamorada de Hickok. Junto a ellos un gran número de habituales del spaghetti, así podemos ver, entre otros muchos, a Paco Sanz, uno de esos secundarios que solía estar por encima de los papeles que le tocaban en suerte, estupendo en el rol de un predicador mormón, Raf Baldassarre (habitual por esa época en los films de los hermanos Marchent) bastante convincente en el papel de Guillermo un indio cristiano objeto del odio del hombre blanco (de nuevo se remarca el tema del racismo existente en parte de la población blanca), Chris Huerta que protagoniza una de las escenas más dramáticas y conseguidas del film, un correcto Antonio Molino Rojo como el jefe de los contrabandistas, entre los que podemos ver a un joven Álvaro de Luna que también había participado en “Antes llega la muerte” y a Lorenzo Robledo, o el argentino Mariano Vidal Molina como Frank, un hombre blanco que tras haber sido criado por los pawnee se ha convertido en su jefe.



El DVD que tengo es el que puso a la venta Nacadih Vídeo con un sonido regularcete y buena imagen, aunque en un par de ocasiones se queda la pantalla totalmente en negro. Como extras contiene el tráiler de la película y las típicas biografías y filmografías.


En definitiva una decente y muy entretenida película que se beneficia de un presupuesto muy holgado para lo que era habitual en el euro western y que sigue los cánones del western estadounidense en un momento en el que Leone comenzaba a revolucionar este género.


PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 6
AMBIENTACIÓN: 7
DIRECCIÓN: 6
ACTORES: 6
MÚSICA: 7
MEDIA: 6,4

martes, 17 de mayo de 2011

EL MOMENTO DE MATAR


El momento de matar (Il momento di uccidere )
1968
Italia-Alemania
Director: Giuliano Carnimeo
Reparto: George Hilton, Walter Barnes, Loni von Friedl, Horst Frank, Rudolf Schundler, Remo de Angelis, Giorgio Sanmartino, Carlo Alighiero, Arturo Dominici, Renato Romano, Ugo Adinolfi, Pitero Ceccarelli
Guión: Tito Carpi, Bruno Leder, Francesco Scardamaglia, EnzoG. Castellari
Fotografía: Stelvio Massi
Música: Francesco de Masi


Coproducción italo-alemana de 1968, otras fuentes consultadas la datan creo que erróneamente en 1970, que supuso la primera colaboración de dos nombres habituales en el spaghetti western, el director Giuliano Carnimeo, bajo su seudónimo habitual de Anthony Ascott, y el actor uruguayo George Hilton. 

Además de participar ambos en una de las películas, comentadas en este blog, de la serie sobre Sartana (“Vende la pistola y cómprate la tumba” de 1970, en la que el actor sustituía al interprete habitual, Gianni Garko), aportaron otros dos personajes al mundo del western mediterráneo en largometrajes en los que los elementos cómicos, en consonancia con los años de su realización, fueron adquiriendo cada vez mayor importancia; el aventurero Aleluya en dos films (“Y ahora le llaman Aleluya” de 1971, ya comentado en este blog, y “Il West ti va stretto, amico è arrivato Alleluja” realizada al año siguiente) y Tresette o Tricky Dicky, según la versión inglesa, en otros dos spaghettis abiertamente cómicos (“Para mí el oro, para ti el plomo” de 1973, película que tengo pendiente de ver, y “Di Tressette ce n’è uno, tutti gli altri son nesuno” en el año 1974 que, por lo que he estado consultando, no fue estrenada en España).

Lord y Bull, dos aventureros ex confederados muy hábiles con las armas de fuego, son contratados por el juez Warren con el objeto de que encuentren 500.000 dólares en oro pertenecientes a la Confederación escondidos por el difunto coronel Forrester antes de que cayeran en manos de los soldados yanquis, cuyo destino sería la reconstrucción del maltrecho Sur. En su búsqueda encontrarán la oposición del hermano de Forrester, que cuenta con un auténtico ejército de pistoleros, y contarán con dos pistas: un libro, Camelot, depositado en la biblioteca del hermano del coronel y la propia hija minusválida del difunto oficial confederado, Regina, prisionera de su tío por lo que deberán dar con ella y liberarla.





La historia, en la que participaron, entre otros, Tito Carpi ( prolífico escritor autor de más de noventa guiones en treinta años, de los cuales veintisiete corresponden a filmes ambientados en el viejo Oeste, y colaborador habitual de Giuliano Carnimeo y de Enzo G. Castellari) y el propio Castellari (por lo que he leído esta película era un proyecto de éste que al final abandonó) presenta ciertas similitudes con el libreto de “7 winchester para una matanza” (spaghetti también analizado en este blog) escrito por ambos, junto con Marino Girolami, tanto en el planteamiento inicial (la búsqueda del oro de la Confederación escondido por un oficial, aquí el coronel Forrester y en el film dirigido por Castellari el general Beauregard, para que no cayera en manos de los soldados del Norte), como en la concepción de algunas escenas, sobre todo en el largo, cuidado y espectacular tiroteo desarrollado en un lugar cerrado e iluminado de forma artificial, lo que les permite a ambos directores jugar con el claroscuro (en la película que nos ocupa el escenario es un matadero, mientras que en 7 winchester se trata de un cementerio indio excavado en una roca).

Pero hasta aquí llegan las similitudes entre las dos películas, porque mientras que a Castellari parece que le interesa contar una historia y da importancia al desarrollo de ésta, Carnimeo, como suele ser habitual (por lo menos en los largometrajes que he visto. como los correspondientes a la serie Sartana) da más importancia a las escenas en sí en detrimento de la historia, que por otra parte, considero, tenía cierto potencial al presentarnos una situación más propia para detectives que para pistoleros.





Así tras la notable y larga escena inicial, para mí bastante acertada desde el punto de vista visual y estéticamente muy spaghetera (comienza con planos largos y varios travelling para pasar rápidamente a un montaje en el que predominan los planos cortos centrados en las caras, objetos como revólveres o un cucharón y otras partes del cuerpo humano, en especial las manos o las piernas del protagonistas; así como en la utilización del zoom, y todo ello sin decir ni una palabra durante gran parte de la mencionada secuencia), asistimos a más de veinte minutos de total desconcierto caracterizados por las transiciones bruscas entre las escenas (vemos a Horst Frank de día hablar con uno de los secuaces para a continuación ser noche cerrada y ver el colt de Hilton como punto de partida de un largo tiroteo cuyo origen no me pareció suficientemente explicado) en los que no sabemos cuál es la trama de la película y cuáles los motivos por los que el juez Warren ha llamado a ambos aventureros. Además, una vez que conocemos dichos motivos parece que éstos son una mera excusa para presentarnos una serie de secuencias de peleas y tiroteos, incluida la consabida tortura al héroe (aquí quien lo pasa realmente mal es el bueno de Bull) entre las que destaca, por su espectacularidad, la mencionada del matadero.

Por lo que respecta a la banda sonora compuesta por Francesco de Massi cabe señalar que cuenta con un tema principal cantado, “Walk by my side”, que aunque para mí no es el mejor que compuso éste, sí me pareció bastante resultón y pegadizo y está muy bien interpretado por Raoul (habitual en las composiciones de Massi como, por reseñar algunos títulos, “Without a name” de “Dos cruces en Danger Pass”, “Stranger” de “Voy, lo mato y vuelvo”, “Maybe somewhere” de “Sonora” o “Seven men” de la tantas veces citada en este comentario “7 winchester para una masacre”). El resto de la banda sonora carece del mismo interés y se compone de variaciones del tema principal y de otros de carácter incidental.

En cuanto al reparto, al frente del mismo se encuentra George Hilton, un actor que, como se ha comentado, se convirtió en recurrente para los spaghettis con más de veinte westerns en doce años, y se especializó, a diferencia de otros protagonistas salvo en raras ocasiones como en “Los profesionales del oro” o “Los desesperados” (ambos ya comentados), en personajes irónicos cuando no marcadamente humorísticos. En este film interpreta con convicción a Lord un personaje que se encuentra a caballo entre los marcadamente graves desempeñados en las películas anteriormente citadas y sus habituales roles más ligeros. Junto a él, Walter Barnes actor de origen estadounidense y antiguo jugador de futbol americano, que como otros intérpretes norteamericanos probó fortuna en el viejo continente y llegó a desarrollar durante la década de los sesenta una fructífera carrera en Europa a pesar de no convertirse en una estrella. En esta ocasión nos ofrece una buena interpretación como Bull, fuerte y peligroso como su propio nombre, que más que el guardaespaldas de Lord es su particular ángel de la guarda, como el propio Lord reconoce en la primera escena al comentarle que: “No me fío de nadie. Sólo de ti. Tu eres mi ángel de la guarda”, para volver a insistir en esa idea dos o tres veces más a lo largo de la película. Sin duda, para mí, uno de los aspectos positivos del film es la química que se establece entre los dos personajes. El principal rol negativo recae en uno de los mejores malvados de los spaghettis, Horst Frank que da vida a Josh, el violento, hasta el sadismo, hijo de Forrester. En este film nos deleita, por tanto, con otro de sus perversos villanos. Por último, la actriz austriaca Loni Von Friedl da vida a Regina, la hija minusválida del fallecido coronel Forrester que vive secuestrada por los esbirros de su tío y nos dará una sorpresa al final.


En resumen, un flojo largometraje (tiene un comienzo desconcertante y apenas se presta atención al desarrollo de la historia en detrimento de la espectacularidad de una serie de escenas a veces inconexas), pero como spaghetti creo que funciona bastante bien al ofrecernos abundantes tiroteos y no resultar aburrida, además de depararnos varias sorpresas y giros argumentales en el tramo final.


PUNTUACIÓN:

HISTORIA: 4
AMBIENTACIÓN: 5
DIRECCIÓN: 5
ACTORES: 6
MÚSICA: 6

MEDIA: 5,2

miércoles, 11 de mayo de 2011

Chuck Connors


Más conocido como “El hombre del rifle”, Kevin Joseph Aloysius Connors nació en el seno de una humilde familia de inmigrantes irlandeses en New York el 10 de abril de 1921.


Su gran altura (medía 197 centímetros) y sus capacidades atléticas le valieron una beca en una escuela secundaria privada y, más tarde, en la Universidad de Setton Hall en la que permanecería durante dos años hasta su alistamiento durante la Segunda Guerra Mundial en donde comenzó a jugar a baloncesto, deporte que, tras haber formado parte de los Boston Celtics, abandonó por el beisbol, su gran pasión, llegando a jugar para los Dodgers de Brooklyn.


Fue practicando este deporte en un equipo de Los Ángeles cuando un caza talentos de la MGM, a su vez fanático del beisbol, se fijó en él ofreciéndole un pequeño papel de policía (inicialmente iba a hacer de boxeador, pero el personaje terminó siendo interpretado por Aldo Ray) en la deliciosa comedia de George Cuckor “La impetuosa” (1952) pensada para la pareja Spencer Tracy-Katherine Hepburn. A esta le siguieron pequeñas intervenciones en largometrajes como la comedia ambientada en el mundo del deporte “Un conflicto en cada esquina” dirigida en 1953 por Michael Curtiz y protagonizada por John Wayne, el film de aventuras “Huracán de emociones” también de 1953 en donde conocerá a Burt Lancaster del que se convertirá en un gran amigo, o “Mi desconfiada esposa” alta comedia dirigida en 1957 por Vincente Minelli con Gregory Peck y Lauren Bacall; al mismo tiempo que se dejó ver en varias series de televisión (“Letter to Loretta” con Loretta Young, “La ley del revólver” , “Calibre 44” o “Caravana”).


1958 se convierte en su año clave ya que participa en el gran western de William Wyler “Horizontes de grandeza” con Gregory Peck, Jean Simmons y Charlton Heston, en el que interpreta al bravucón y cobarde hijo de Burl Ives; mientras que la ABC le ofrece el papel Lucas McCain, un colono de Nuevo Méjico que se esfuerza por educar a su hijo en un territorio hostil mientras trata de ayudar al sheriff de la zona, en la serie “El hombre del rifle” que se mantuvo en pantalla durante 168 episodios emitidos entre 1958 y 1963, participando en alguno de ellos como guionista y director Sam Pekinpah. Con esta serie se convertiría en una estrella, haciéndose inolvidable su imagen disparando desde la cadera un Winchester con una palanca más redondeada de lo habitual.


En los años sucesivos participa en films de gran éxito como “Mi amigo Flipper” que daría lugar a una serie de televisión o “Gerónimo” en el que dio vida al jefe de los apaches chiricauas, así como protagonizará, con desigual fortuna, otras tres series de televisión: “Arresto y juicio” (treinta episodios entre 1963 y 1964) junto a Ben Gazzara, “Marcado” (cuarenta y ocho episodios entre 1965 y 1966) también ambientada en el Oeste y en la que interpretaba a Jason McCord un capitán expulsado de West Point supuestamente por cobardía que se convertía en una especie de agente del gobierno y “Cowboy en África” (veintiséis episodios entre 1967 y 1968).
 
Es en 1968 cuando se produce su debut en el spaghetti western al protagonizar la notable película dirigida por Enzo G. Castellari “Mátalos y vuelve”, lástima que el resto de sus papeles en este género fueran menos interesantes.


Al igual que le ocurrió en el euro western y aunque durante los años setenta y ochenta no le faltó trabajo, sus apariciones tuvieron lugar en la mayoría de los casos en largometrajes realizados a uno y otro lado del Atlántico de escaso interés, entre los que podemos destacar “Látigo” de Burt Kennedy con James Garner, “Aterriza como puedas 2: la secuela”, “Soylent Green: Cuando el destino nos alcance” estupenda película de ciencia ficción dirigida por Richard Fleischer e interpretada por Charlton Heston y Edward G. Robinson o “Salmonberries” de Percy Adlon, realizada un año antes de su fallecimiento.


También se le pudo ver en numerosos telefilmes como “Texas train” dirigida por Burt Kennedy en 1988 y protagonizada por Richard Widmark y series de televisión como “Raíces” por la que estuvo nominado a un Emmy o “La rosa amarilla” junto a Cybill Shepperd, David Soul y Edward Albert.


En 1991 volvió a interpretar a Lucas McCain en la producción para televisión “The gambler returns” y en 1992 moría de una neumonía agravada por el cáncer de pulmón que padecía.


De la fama que alcanzó en vida da idea el hecho de que tenga desde 1985 su estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood y desde 1991 una placa en el Cowboy Hall of Fame.


Como curiosidad comentaros que es uno de los doce deportistas que ha practicado profesionalmente el baloncesto y el beisbol.

Filmografía SW
1968.- “Mátalos y vuelve”.
1971.- “La quebrada del diablo”.
1972.- “El desafío de Pancho Villa”.
1981.- “Las mujeres de Jeremías”.



lunes, 9 de mayo de 2011

DOC, MANOS DE PLATA


Doc, manos de plata
1965
España/Italia
Director: Alfonso Balcázar 
Reparto: Karl Möhner, Luis Dávila, Gloria Milland, Fernando Sancho, Umberto Raho, Óscar Pellicer, Irene Mir, Franco Balducci, Dario De Grassi, Juanita Espàn, Pedro Gil, Daniella Gouzzi, Loris Loddi, Evaristo Maran, Carlos Ronda
Guión Miguel Cusso, Alfonso Balcazar, Giovanni Simonelli
Fotografía: Mario Capriotti, Stelvio Massi

Música: Angelo Francesco Lavagnino 


Doc McGregor, antiguo cirujano convertido en un alcoholizado jugador, es acusado injustamente de un asesinato y perseguido por Slade, un famoso cazador de recompensas. En su huida topará con el cadáver de Larry Kitchener cuya identidad suplantará. Pero sus problemas no han hecho nada más que comenzar ya que Kitchener, en realidad un famoso pistolero que se caracteriza por portar un colt de oro (de ahí el nombre de la película en italiano), había sido contratado como sheriff por el pueblo de Baldosas con el objeto de acabar con Reyes, un bandido mejicano que junto a su banda tiene aterrorizada a su población.



Típica coproducción italo-española de 1965 de la Balcázar Producciones Cinematográficas, una de las compañías productoras catalanas más longevas, junto con la de Ignacio F. Iquino, que ese año dio el gran salto a la producción intensiva de films (mientras que en 1964 sólo se implicó en cuatro largometrajes, en 1965 aparece en los créditos de diecinueve, la mayoría en régimen de coproducción aprovechando las ventajas de la nueva política de subvenciones, de los cuales diez son westerns) gracias a que, a imitación de los grandes estudios norteamericanos, contó con su compañía productora, su distribuidora (Filmax) y sus propios estudios en Esplugas (el famoso Esplugas-City) cuya inversión rentabilizaría no sólo con el rodaje de sus abundantes producciones sino también alquilándolo a otras productoras. De esta forma se convertiría en una de las compañías fundamentales en el desarrollo del western realizado en España, cuyos productos se caracterizaron, gracias al recurso de las coproducciones anteriormente citadas, por contar con un presupuesto algo superior a los filmes del Oeste hechos en nuestro país por otras compañías más modestas.



El largometraje cuenta con un guión de Alfonso Balcázar, José Antonio de la Loma y Miguel Cussó, autor de novelas populares del Oeste bajo el nombre de Michael Kuss que fueron fuente de inspiración de buena parte de los euro westerns, bastante rutinario, simple, con varios giros en el guión (a mitad del film se abandona el motivo por el cual actúa Reyes extorsionando y presionando a los propietarios de los ranchos para que abandonen sus propiedades: la inminente construcción del ferrocarril con lo que ello supone respecto a la revalorización de los terrenos) y con los personajes poco desarrollados, en el que se puede apreciar una doble influencia:




Por una parte un aumento y gusto por la violencia que se hace más cruel y sádica, que creo se puede deber al éxito del largometraje dirigido por Sergio Leone “Por un puñado de dólares”, anunciando así una nueva tendencia en los westerns realizados en Europa. Este gusto por la violencia más explícita se aprecia claramente, entre otras, en dos secuencias: aquella en la que Reyes, personaje interpretado por Fernando Sancho, mata a sangre fría a cuatro campesinos, incluida una mujer y, sobre todo, en la larga tortura que sufre Doc-Kitchenner a manos de éste y de sus hombres al que incluso arrojan un cazo con agua hirviendo a la cara.



Por otra parte, el tramo final, con el enfrentamiento de Doc y Slade con la banda de Reyes, es deudora claramente de dos clásicos norteamericanos: “Solo ante el peligro”, ya que, ante la amenaza de los forajidos, los habitantes del pueblo dan la espalda a su nuevo sheriff (incluso hay un plano con Doc en el suelo disparando que es un calco de otro perteneciente a la película protagonizada por Gary Cooper) y de “Río Bravo” puesto que el nuevo sheriff ante el abandono de los ciudadanos no se muestra dolido sino todo lo contrario, los comprende; así le comenta a Slade: “En el fondo tienen razón. Me pagan para que yo les proteja, no para que ellos me protejan a mí”. Es decir, está adoptando el mismo punto de vista de la película de Hawks, el sheriff es un profesional y como tal debe cumplir su trabajo por el que recibe una remuneración, siendo impensable que, como ocurría en el film de Zinemann, tenga que pedir ayuda a sus conciudadanos para solventar éste.




Además, también se puede rastrear la influencia de otro western clásico, “Warlock” (film de 1959 dirigido por Edward Dmytryk) pero en este caso sólo en el planteamiento del film, ya que como en éste los atemorizados y cobardes habitantes del pueblo contratan a un pistolero, que para más inri porta unos colts de oro, para que acabe con los forajidos que los tienen atemorizados.


Por lo que respecta a la dirección del propio Alfonso Balcázar me ha parecido bastante atropellada y descuidada, con un uso desacertado del montaje tanto el correspondiente a una misma escena como entre escenas lo que da lugar a secuencias indebidamente explicadas y a transiciones muy bruscas entre ellas. Como ejemplo podría citar el primer enfrentamiento en una cantina entre Doc y Slade por un lado y Reyes y sus hombres por otro, en el que sucesivamente se ve a Reyes que parece recibir un disparo, a continuación a Doc y Slade conversar tras el tiroteo y por último, al primero abandonar la cantina ante la mirada compungida de una camarera con la que apenas ha tenido relación, creo que en la secuencia faltan planos aclarando cuál es el estado de Reyes (más tarde en otra secuencia comprobaremos que está herido) y la relación de la camarera con Doc; o la transición entre la escena en la que Doc toma una copa en el saloon que se empalma directamente sin, por ejemplo, un fundido en negro, con la siguiente en la que entra en su oficina y ve a Slade sentado, enterándonos por la conversación que mantienen que ha transcurrido un día, o aquella otra en la que vemos a Slade reprochar a Doc su borrachera que se empalma con otra en la que vemos, ya de noche, perseguir a este último un carromato sin saber las razones. Pero además el desacierto en la dirección es tal que por momentos las escenas se hacen confusas; así toda la secuencia que se desarrolla en el establo tras ser torturado el protagonista se caracteriza por la incapacidad del director para situar a los personajes en el escenario, con lo que unas veces parece que están fuera del mismo y a continuación dentro y no queda nada claro dónde colgaron a Doc, y lo mismo ocurre, aunque no de forma tan acusada, en el embrollado tiroteo final.


Por lo que respecta a la banda sonora compuesta por Angelo Francesco Lavagnino, la misma pasa desapercibida sin que haya ningún tema que se recuerde tras finalizar el film, incluso la canción de los títulos de crédito (“Golden gun” interpretada por los hermanos Wilder, cantantes habituales en los eurowesterns) me pareció una más de las que he escuchado hasta ahora.



En cuanto a los actores, se contó con Karl Möhner (uno de los interpretes austriacos más internacionales que ya había participado en dos eurowesterns, entre ellos la olvidable y ya comentada en este blog “30 winchesters para el diablo”) que, para mí, no pasa de correcto como Doc, un antiguo cirujano caído en desgracia y reconvertido en pistolero y jugador alcoholizado, personaje recurrente en el western clásico y cuyo paradigma quizás sea la figura de Doc Hollyday. En este caso conseguirá redimirse gracias a una doble y heroica acción: su enfrentamiento con los hombres de Reyes para el que utiliza sus nuevas herramientas de trabajo (los colts) y la extracción de la bala al hijo de Norma, Bob, aunque eso suponga delatarse a sí mismo y ser apresado por Slade, a través de los que siempre fueron sus útiles para desarrollar su auténtica profesión (el bisturí y demás instrumentos de un cirujano). Como coprotagonista tenemos a Luis Dávila un actor argentino que me gusta especialmente en los westerns porque da bastante bien el tipo de vaquero; en esta ocasión interpreta a Slade, un peculiar cazador de recompensas ya que no se dedica a esa profesión solamente por el dinero sino porque, según entiende, los representantes de la ley se han convertido en unos burócratas que no saben cumplir con sus obligaciones (de nuevo nos encontramos con el tema de la profesionalidad) pero se muestra despiadado con los forajidos (siempre los entrega muertos). Frente a la contenida interpretación de ambos, nos encontramos con la mucha más dinámica de Fernando Sancho, un actor que sabía llenar la pantalla con su gran personalidad, que encarna a Reyes un forajido mejicano autodenominado, como en mucho de estos westerns, general y contratado por el corrupto alcalde para echar a los colonos de sus propiedades. Por último, el principal personaje femenino recayó en Gloria Milland (habitual por esta época en los westerns rodados en España gracias a sus colaboraciones con los hermanos Marchent) que da vida convincentemente a Norma O’Connor, una viuda objeto de la extorsión de Reyes justo en el momento de llegar al pueblo Doc-Kitchener.


En resumen, un euro western flojillo, bastante simple y en el que se aprecia, por sus fallos, la premura en su realización aunque contiene las suficientes escenas de acción para no aburrir del todo.


PUNTUACIÓN:

HISTORIA: 4
AMBIENTACIÓN: 5
DIRECCIÓN: 2
ACTORES: 6
MÚSICA: 4

MEDIA: 4,2